Ya sabemos la importancia de incorporar alimentos con mayor vitalidad a nuestra alimentación. Hoy te vamos a compartir cómo sería la mejor manera de empezar a consumirlos en el día a día y ciertos detalles no menores a tener en cuenta.
Cuando ya hemos tomado la decisión y empezamos a incorporar alimentos vivos a nuestras comidas (germinados, semillas, frutos secos, etc.), tendemos a hacerlo de manera muy brusca, con grandes cantidades y de un día para otro. Esta modalidad, a nuestro parecer no es la más recomendable, ya que estos alimentos vivos tienen gran capacidad depurativa. Debido a ello, nuestro cuerpo iniciará un repentino proceso de depuración y los órganos que trabajan en la desintoxicación, deberán lidiar con una gran movilización de toxinas que se habían acumulado durante años o décadas como consecuencia de nuestra ingesta de alimentos procesados.
Esta situación de «limpieza» es necesaria, pero hacerlo de una manera brusca nos puede llevar a sufrir profundas crisis depurativas, que nos asustará y nos llevará a abandonar un cambio que iba a ser muy beneficioso para nuestra salud.
Lo recomendable, en la mayoría de los casos, es realizar una transición gradual desde una alimentación 100 % cocida, procesada y desvitalizada, hacia una con alimentos con mayor vitalidad. De esta manera, lograremos una desintoxicación paulatina de nuestro cuerpo, bajaremos de peso saludablemente, los órganos comenzarán el proceso de auto-reparación, muchas enfermedades se aliviarán y empezaremos a sentir mayor vitalidad en el día a día.
Debemos considerar que un nuevo hábito necesita de su tiempo y de nuestra fuerza de voluntad para que podamos incorporarlo a nuestra vida; lo mejor será empezar con pequeños cambios para no frustrarnos desde el inicio. No nos servirá de nada empezar con demasiado y después de unos días dejarlo todo!… ¿No te parece?…
Por otra parte, tenemos que darnos un tiempito para aprender a realizar preparaciones básicas: como la elección y activación de semillas, la elaboración de germinados, aprender a reconocer algunas «buenezas comestibles», ponernos en contacto con proveedores de alimentos más frescos, o empezar nuestra propia huertita si lo deseamos.
Por último, vamos a compartir algunas pautas para que te des una idea de cómo podrías empezar; recuerda, que el objetivo es que vos decidas los pasos que vas a ir dando:
Sumarle a tu comida habitual una porción de algún vegetal crudo, cortado o rallado, e idealmente ir eligiendo vegetales de diferentes colores para cada una de las comidas; será mejor comerlos como primer plato y puedes agregarle algo de condimentos si lo prefieres: pero eso sí, mastícalo bien masticado, porque tu estómago no hará el trabajo de los dientes!…
En el caso de los desayunos y meriendas agrégales siempre una fruta; también podrías llevarte al trabajo un par de ellas para cuando sientas hambre. De a poco verás, que después de un tiempito, tu cuerpo te pedirá fruta a diario. Recuerda, que la fruta de estación y la de tu zona es la ideal y la más económica!…
Todas las noches podemos dejar activando un puñado de semillas e ir viendo lo que sucede con ellas, así como empezar a sumarlas a ensaladas, licuados, etc. Por ahora consíguete en algún almacén natural solo tres de ellas: lino, sésamo y semillas de girasol peladas; no tienes excusa, son baratas!…
Hasta que los empieces a hacer en tu casa, averigua de alguien que te provea de germinados, también se los suele llamar «brotes» y podrían ser de alfalfa, soja, lentejas, etc; Fíjate en las verdulerías, en las ferias y a veces en los supermercados también los conseguirás. Comienza solo con un puñadito en una ensalada y ten paciencia con su sabor!… ya que estamos tan alejados de ellos, que nos resultarán algo raro al gusto al no tener ningún resaltador químico de sabores, recuerda que este es un alimento de verdad!…
Por último, saca el plumero y pásaselo a la licuadora, al exprimidor, la minipimer, etc… ya que pasaran a estar a diario en la mesada de tu cocina!…